¿Existen los demonios?

Los autores protestantes liberales han influido mucho en la teología contemporánea a la hora de despreciar lo relativo a la angelología y demonología. En cuanto a la teología católica, una minoría optó por la negación y desmitologización, mientras que la mayoría se ha inclinado por repensar el entendimiento teológico de los demonios.

 

 

¿Qué papel juega el demonio en la fe cristiana? A estas alturas, no es estrictamente necesario para explicar, demostrar o justificar la existencia del mal o del pecado. Según muchas personas, el mal y el pecado bastarían, por sí solos, para entender lo que ha sucedido en la creación: la desobediencia de Adán y Eva y su caída, la ruptura del orden querido por Dios, etc. La historia de la serpiente tentadora no sería más que una imagen mitológica, al igual que el resto de las alusiones a Satanás en la tradición bíblica y eclesiástica. El mundo se puede explicar sin el demonio. ¿No es algo sobrante?

 

Sin embargo, en la fe de la Iglesia está que “a lo largo de la historia de la salvación, se hacen presentes las criaturas angélicas, ya sea prestando un servicio como mensajeros divinos, ya ayudando de manera misteriosa en la Iglesia; también aparecen criaturas espirituales caídas, llamadas diabólicas, que, opuestas a Dios y a su voluntad salvífica consumada en Jesucristo, se esfuerzan por asociar al hombre en su propia rebelión contra Dios” (Ritual de exorcismos). Es decir, que creemos en la existencia de los ángeles y de los demonios. Se trata de un dato revelado, materia de fe.

 

Hablamos genéricamente del Diablo en singular, pero realmente hay que hablar de los demonios como “criaturas espirituales caídas” en plural. Al igual que nuestros primeros padres hicieron un mal uso de su libertad desobedeciendo a Dios, también algunos ángeles se rebelaron contra el Creador, apartándose de Él y abrazando la condenación eterna. ¿Cómo los llamamos? Sus nombres son muy significativos, y su sentido nos ofrece un buen panorama de la realidad ante la que nos encontramos: Satán o Satanás (adversario), Diablo (acusador o calumniador), Demonio (ser sobrenatural), Lucifer (portador de la luz) …

 

El demonio en la Escritura

 

Pero más interesantes todavía que los nombres utilizados son los “títulos” que se le dan en la Biblia, en ambos testamentos: “serpiente antigua” y “dragón” (Ap 12, 9.17), “adversario de los hombres” (1 Pe 5, 8), “homicida desde el principio” (Jn 8, 44), “tentador” (Mt 4, 3), “padre de la mentira” (Jn 8, 44), “príncipe de este mundo” (Jn 12, 31), “espíritus del mal” (Ef 6, 12), “ángeles de Satanás” (Mt 25, 41), etc.

 

Si bien los demonios son personajes que aparecen con frecuencia en el contexto cultural del pueblo de Israel (el Próximo Oriente antiguo), algunos autores hablan de la “discreción” de su presencia en el Antiguo Testamento. Esto tiene una fácil explicación por el carácter monoteísta de la fe judía. Por supuesto, el texto más conocido y paradigmático es el de Gn 3: la serpiente tentadora en el paraíso, que provoca el pecado original. Revisando todo el AT queda claro que no se puede hablar de un dualismo (Dios-Satán), sino de un absoluto señorío de Yahvé, el único Dios, siendo todo lo demás creaturas, obras de sus manos.

 

Yendo al Nuevo Testamento, vemos cómo “en los días de su vida terrena, el Señor Jesús, vencedor de la tentación en el desierto, expulsó por propia autoridad a Satanás y a otros demonios, imponiéndoles su divina voluntad. Haciendo el bien y sanando a todo los oprimidos por el diablo, manifestó la obra de su salvación, para librar a los hombres del pecado, así como del primer autor del pecado, Satanás, que es homicida desde el comienzo y el padre de la mentira” (Ritual de exorcismos).

 

No sólo eso, sino que además “en el ejercicio de su ministerio, Cristo entregó a sus Apóstoles y a otros discípulos el poder para expulsar los espíritus inmundos. A ellos mismos, el Señor prometió el Espíritu Santo Paráclito, procedente del Padre por el Hijo, el cual argüiría al mundo acerca del juicio, porque el príncipe de este mundo ya fue juzgado. El Evangelio atestigua que entre los signos que caracterizarían a los creyentes, se encuentra la expulsión de los demonios” (ibid.).

 

Es importante observar que en los evangelios se distingue muy bien, dentro del ministerio de Jesús, lo que son posesiones y enfermedades en las personas con las que se encontraba y, en consecuencia, lo que son exorcismos y curaciones por su parte. Esto puede verse en los mismos términos empleados en los textos: Jesús “cura” las enfermedades y “expulsa” los demonios. Y esta acción muestra su identidad. Así lo dice él mismo cuando asegura en un contexto polémico: “si yo expulso a los demonios por el Espíritu de Dios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mt 12, 28). Y más allá de los evangelios, el demonio aparece en el Nuevo Testamento con profusión.

 

El demonio en la Teología y en el Magisterio

 

Ojo a esta frase del filósofo Nicolás Gómez Dávila: “El máximo error moderno no es anunciar que Dios murió, sino creer que el diablo ha muerto” (Escolios a un texto implícito). Y es que nos encontramos con un gran silencio en torno a este tema, que responde en parte a que se duda de la existencia real del demonio. Ha habido una postura muy crítica y la secularización y la teología liberal han llevado a un escepticismo casi total.

 

Los autores protestantes liberales han influido mucho en la teología contemporánea a la hora de despreciar lo relativo a la angelología y demonología. En cuanto a la teología católica, una minoría optó por la negación y desmitologización, mientras que la mayoría se ha inclinado por repensar el entendimiento teológico de los demonios.

 

¿Qué dice el Magisterio de la Iglesia? Vamos a ir al más reciente, a la enseñanza posterior al Concilio Vaticano II. Pablo VI tiene dos referencias muy significativas a este tema, ambas de 1972. En una homilía dijo que “por algunas grietas el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios”. En una audiencia habló de “un agente oscuro y enemigo, el Demonio. El mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa”. Además, “el Demonio está en el origen de la primera desgracia de la humanidad; él fue el tentador engañoso y fatal del primer pecado. […] Es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos también que este ser oscuro y perturbador existe de verdad y que con alevosa astucia actúa todavía”.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una exposición sistemática muy buena sobre la fe de la Iglesia en torno al demonio. La encontramos en los nn. 391-395, enmarcada en el primer artículo del Credo, y en concreto en la caída del ser humano. También aparece en los nn. 2850-2854, al explicar la última petición del padre nuestro.

 

Y podemos destacar que en el año 1975 la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó un documento muy interesante titulado Fe cristiana y demonología. En él se repasa lo que dice el Nuevo Testamento, lo que afirman los Padres de la Iglesia y lo que ha enseñado el Magisterio a lo largo de la historia.

 

Finalmente, Papa Francisco desde el comienzo su Pontificado hasta diciembre de 2018, ha entregado enseñanzas respecto de la existencia o acción de Satanás y los demonios, en más de 500 intervenciones (documentos, discursos, homilías y otros que consigna el sistema de búsqueda de la Santa Sede). Así por ejemplo, en su homilía de la Eucaristía matutina celebrada el 11 de octubre de 2013 en la capilla de la Domus Sanctae Marthae: “La presencia del demonio -recordó el Papa Francisco- está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio. Pero éste vuelve siempre con sus tentaciones. Nos corresponde a nosotros no ser ingenuos”.

 

 

Autor: Luis Santamaría del Río

Fuente: Zein ALdizkaria